miércoles, 18 de septiembre de 2013

Dreaming of you

Se refriega los ojos, no iba dejar que el cansancio le ganara, es más hasta había logrado que desapareciera. Los abre y mira a su alrededor, la escena le resultaba familiar. De un lado se encontraba la casa de sus padres, en aquel edificio de su barrio. Pero en el opuesto había un inmenso jardín, lleno de colores y aromas extraños, cual cuento de hadas. Eso le hacía dudar de la credibilidad de la situación. En el fondo de ese jardín reposaba una pequeña casa con humo saliendo de su chimenea. Se sentía el olor de la carne asándose. Innumerables preguntas desbordan en su cabeza y, con sentimientos mezclados de miedo, intriga y ansiedad, toma coraje y atraviesa el verde césped para intentar adentrarse en esa misteriosa casa del jardín trasero del edificio de sus padres.
A través de ese hermoso paraíso, lleno de frescura, flores y aromas, de árboles que apaciguaban la calurosa tarde de sol, la paz invade su alma, lo llena de calor, confianza y tranquilidad, calma a su tormentosa mente, llena de ideas, problemas y melancolías. Llega al frente de la pequeña casa, pero no se atreve a entrar, mientras camina hacia la puerta piensa -¿Qué es todo esto, esta casa en el misterioso jardín trasero del edificio de mis padres? En una mente cerrada como la de él, donde la razón maneja al corazón, donde las posibilidades son cohibidas por las probabilidades y la idea del destino escrito, no hay espacio para lo incontrolable, para lo imprevisto, para el misterio. Aún así, mientras las dudas atraviesan su mente, él se asoma, cual ladrón, por la ventana con las cortinas entreabiertas de la pequeña casa. Sus ojos se llenan de felicidad, en aquella casa, con el asado cocinándose en la parrilla, se encontraban tres de sus grandes amigos. El regocijo atrapa a su ser, dejaba de lado los porque y se permitía disfrutar, nada importaba. Entra con absoluta alegría y saluda con fraternales besos y grandes abrazos, ellos lo estaban esperando.

-Llego el que faltaba, ya podes llamar a los demás- dice uno.
La lógica invade nuevamente su mente, empieza a cuestionarse todo otra vez.
-¿Quiénes son los demás? 
-Tu familia- le responden.
Casi como sin dudarlo, sale de la casa, nuevamente atraviesa el hermoso jardín y entra por la negra puerta trasera del edificio de sus padres. Sube en el ascensor y entra con la llave a la casa de su infancia. Para su sorpresa en ella se encontraban no solo sus padres, sino también sus hermanos, su cuñada y su tan amada sobrina. La pequeña bebé sonríe al verlo entrar. Sus ojos brillan, su sonrisa crece aún más, las lágrimas de felicidad caen por sus mejillas al ver a la pequeña niña. Ya no había más razón, solo corazón. La dicha empezaba a crecer en su melancólico ser. Solo sus placeres embellecían a la escena. Sus amigos entran tras él, con la carne asada en la mano, su madre pone la mesa y se acercan las sillas. Él, sin prestar atención a la comida, toma a su sobrina en brazos y, ante la mirada de ternura de sus amigos, la presenta como la reina y dueña de su corazón. La niña provoca sonrisas y brillos en los ojos de aquellos que se atreven a mirarla, nadie puede contener aquel regocijo al ver a tan bella criatura, al tomarla en brazos, al dejarse disfrutar de sus ojos, de su sonrisa, de su vitalidad. Él, celoso y protector como pocos, la vuelve a tomar en brazos, ya todos se regocijaron, ahora ella es solo de él. Se siente feliz como nunca.
De pronto el silencio crece, solo se escucha un sonido que invade el aire del ambiente, un ruido reconocido por él al instante. El portero de la casa. En su mente vuelven las preguntas, empieza a cuestionarse todo y nuevamente no se deja disfrutar.
-¿Quién podrá ser?
Nadie de su familia se mueve, uno de sus amigos toma la llave y baja a abrir la puerta. Las ecuaciones que rigen su personalidad llenan nuevamente su cabeza, podrían llenar hojas cual escritor inspirado en su novela. La puerta de la casa se abre. Entra ella. Su corazón se paraliza, su mente se pone en blanco. Ella está ahí, en la misma habitación que él y no solo eso, sino que toma a su sobrina en brazos. La pequeña le regala una sonrisa, ella se ilumina, él se derrite. Su corazón se llena de gozo, no puede creer la situación, no entiende los porque, pero por primera vez no intenta buscarlos. Ella lo mira, le sonríe. Él se queda sin habla, las ideas recorren su cabeza pero las palabras no salen de su boca. Empieza a preocuparse. Sabe que quiere hablar y hasta sabe que decir, pero continua callado. Las oraciones parecen perderse en el camino desde sus pensamientos, trabarse entre sus dientes. Observa a la situación, atónito. Mientras más se esfuerza en hablarle, más se detienen las palabras en su lengua. Mira por la ventana, ve a sus amigos abajo, en la extraña casa del jardín trasero del edificio. Observa a uno de ellos enardecido por la amiga de su amada, lo mira abrazarla, tocarla y besarla, recibir las mismas bellezas de parte de la chica y aún, él, sigue sin hablar. Gira su cabeza y ella continua mirándolo con su sobrina en brazos. Las dos mujeres que más quiso en su vida están frente a él y él inmóvil como una estatua. Aún callado, la felicidad del momento toma posesión de él. Nunca fue tan dichoso en su vida. Ella le sonríe. Él la mira con admiración, cual belleza digna de ser adorada. La musa de sus poesías.
Pero vista empieza a arder, como si no hubiera parpadeado desde que ella entró en su casa. Parece que otra vez el cansancio aborda su cuerpo, el mismo cansancio que había tenido al llegar al bello jardín. Se esfuerza para mantener los ojos abiertos, no quiere perder ni un segundo de la hermosa realidad. El bostezo insiste en que debe dejarse soñar, pero él se niega. Entonces cierra sus manos, las lleva a sus ojos y se los refriega nuevamente, como antes, en el jardín. El cansancio una vez más retrocede y él se siente realizado y feliz. Saca sus manos de su rostro, con la sonrisa aún firme en su boca, y abre sus ojos. Algo cambio, algo había pasado. No reconoce más la situación. Mira la habitación a su alrededor, pequeña, vacía, oscura y triste. Siente sus almohadas debajo de su cabeza, la ropa que lo vestía el día anterior tirada al pie de su cama. Un sentimiento de decepción aborda su cuerpo. La razón, una vez más, toma posesión de su mente. Una sola explicación existe para lo que le está pasando. La más obvia de todas las explicaciones. Otra vez deberá volver a vivir la más larga de sus pesadillas.

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